La Semana Santa es uno de los momentos más singulares del año en nuestro país. Tiene un componente religioso, sí, pero también cultural, social y, por supuesto, gastronómico. De norte a sur, nuestras mesas se llenan de recetas con siglos de historia, muchas de ellas marcadas por una tradición que, aunque a veces pasa desapercibida, tiene mucho que decir sobre sostenibilidad y consumo responsable.
El Viernes Santo es, por excelencia, el día de la abstinencia de carne en la tradición católica. Esta costumbre, que durante siglos marcó el ritmo de la alimentación en muchos hogares, ha dado lugar a una cocina humilde pero riquísima en sabor: potajes de legumbres, espinacas con garbanzos, bacalao en todas sus formas, tortillas de verduras, torrijas, buñuelos… Un recetario que, sin pretenderlo, respeta muchas de las claves de lo que hoy entendemos por gastronomía sostenible: producto de temporada, mínimo desperdicio y aprovechamiento integral de los ingredientes.
Un dato curioso: el bacalao, pionero en la logística alimentaria sostenible
Uno de los grandes protagonistas de esta época es el bacalao en salazón. Su historia es fascinante: en plena Edad Media, cuando las normas religiosas prohibían la carne durante más de 100 días al año, este pescado del norte de Europa se convirtió en un aliado indispensable. Gracias a su conservación en sal, podía viajar largas distancias y almacenarse durante meses sin necesidad de refrigeración.
Lo interesante es que su comercialización dio pie a uno de los primeros ejemplos de economía circular: las salinas que se usaban para conservarlo también surtían a otros oficios, y los restos del pescado eran reutilizados como abono en huertos y campos. Un sistema que conectaba territorios, aprovechaba recursos y generaba valor local. Algo muy parecido a lo que hoy intentamos recuperar con los modelos de producción y consumo sostenibles.
Semana Santa: una oportunidad para volver a lo local
Actualmente, alrededor del 80% del pescado que se consume en la Unión Europea proviene de fuera de sus fronteras. Esta dependencia del exterior, además de aumentar la huella de carbono, pone en riesgo la viabilidad de muchas comunidades pesqueras locales que trabajan de forma artesanal y respetuosa con el entorno.
Lo mismo ocurre con otros productos típicos de estas fechas: huevos, harina, leche, aceite, frutas secas… ingredientes esenciales para dulces como las monas, las torrijas o los pestiños, que muchas veces provienen de sistemas intensivos y altamente industrializados. Frente a eso, el consumo de producto local y de proximidad no solo reduce el impacto ambiental, sino que mantiene viva la identidad gastronómica de cada región.
Tradición y sostenibilidad: dos caras de la misma moneda
Uno de los grandes mitos de la sostenibilidad es que se trata de algo nuevo, moderno, casi incompatible con la tradición. Pero basta con mirar a la cocina de Semana Santa para darse cuenta de lo contrario. Muchas de las recetas que hoy consideramos tradicionales nacieron de una lógica profundamente sostenible: cocinar con lo que da la tierra, aprovechar cada parte del alimento, compartir, conservar, no tirar.
Nuestros productores lo viven así cada día. Ya sea un pequeño agricultor de legumbres en secano, una familia que elabora quesos con leche cruda o un pescador que sale al mar al amanecer con métodos selectivos. Todos ellos forman parte de un sistema que prioriza el equilibrio con el entorno, la calidad por encima de la cantidad, y el vínculo directo con quien consume.
Un gesto con mucho significado
Este Viernes Santo, al elegir qué ponemos en el plato, también decidimos qué tipo de sistema alimentario apoyamos. Apostar por un pescado capturado de forma responsable, unas verduras de temporada cultivadas sin químicos o unos dulces elaborados con ingredientes locales no es solo una opción más rica y saludable. Es también un gesto de coherencia, de respeto y de compromiso con el futuro.
Desde nuestra comunidad de productores sostenibles, te animamos a reconectar con el origen de los alimentos. A preguntarte de dónde vienen, quién los ha producido y en qué condiciones. Porque cada pequeña elección cuenta. Y en días como este, puede ser también una forma de celebrar nuestras raíces con conciencia.